Las dolencias son palabras no dichas
- Pablo Amato Mora
- 27 mar 2023
- 2 Min. de lectura
Aparentemente, el término depresión se usó antes en la economía (crisis de 1929) que en psicología. Ya existía, pero adquirió una gran popularidad después de que las personas interpretaran un estado del mundo -falta de empleo, inflación, pérdida de valor, declive- como depresión.
Parte de la depresión es esa renuncia a contar tu propia historia y compartirla con el otro. ¿Qué será lo que quiero?" y empiezas a responderte: "no quiero eso, no quiero aquello tampoco".
La depresión y la ansiedad acaban siendo dos formas de sufrimiento que van compactando la narrativa propia, hasta el punto de que el tema termina reduciéndose a "soy un depresivo", “soy una etiqueta”, “soy un diagnóstico”.
Eso funciona como una inhibición del deseo y ya no consigo levantarme de la cama. Estoy produciendo una inhibición del deseo porque el deseo me causa ansiedad, ya que está ligado a medidas que no alcanzo.
Derivando en una degradación del yo, un sentimiento de inferioridad y la progresión de esa culpa que tan a menudo caracteriza a la persona que atraviesa una depresión.
Tiene además, relación con el placer. Una persona depresiva cruza cierta frontera cuando comienza a percibir que tiene un problema con la capacidad de sentir placer. Toma el mismo vino, baila con la misma pareja, ve el mismo deporte, lee el mismo libro y no tiene aquella satisfacción que tuvo algún día. Muchas veces eso viene por la dificultad del depresivo de sostener cadenas de satisfacción más largas, que implican que se encuentre satisfacción durante el proceso y no solo en el fin. Algo característico son los placeres rápidos, cortos y que están a mano.

Hay que mirar las situaciones de sufrimiento de las personas. El sufrimiento mal tratado se convierte en síntoma. Necesitamos mucha gente atenta al sufrimiento, precisamos transmitir prácticas que permitan a las personas cuidarse y prevenir la formación de síntomas, cada cual a su manera.
Y hay que evitar descripciones fáciles como "eso es una depresión": toma un antidepresivo. El remedio sin la palabra no es bueno. La palabra en una relación protege. Principalmente cuando la relación consigue producir ciertos efectos protectores, como intimidad (confianza, puerto seguro) y comunidad (pertenezco a un colectivo, un grupo, una familia).
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