top of page
Buscar

Espero terminar este proceso... -¿Terminar? -Bueno, primero sería importante poder empezar.

  • Foto del escritor: Pablo Amato Mora
    Pablo Amato Mora
  • 27 mar 2023
  • 3 Min. de lectura

ree

El tiempo es más que los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años que pasan; amarrados a la muñeca, colgando de una pared, cargados en la cabeza, o almacenados en la memoria. El tiempo es algo que simplemente transcurre, muchas veces sin darnos cuenta. Es como respirar; no lo contamos, ya que se puede decir, que el mismo tiempo es un respiro: sucede, ocurre, transita, discurre. Es inherente a nuestro ser, aunque se quiera atrapar. Resbala y circula, se libera a cada paso ¿Perdido?, ¿Ganado? O simplemente prestado. Esa es la percepción subjetiva del tiempo que atraviesa al sujeto mismo.


A través de los años, el ser humano ha tratado de capturar, manejar, almacenar y distribuir el tiempo de cuantas formas sea posible. El psicoanálisis no pasa desapercibido en este intento, y lo incorpora dentro de su trabajo y estudio en relación con las implicaciones que tiene en la terapia analítica.


Se han abordado temas y preguntas epistemológicas que tratan sobre el tiempo en el dispositivo clínico. Por ejemplo: ¿Cuál es (o debería ser) la duración de las sesiones?, ¿Cómo se utiliza el tiempo en la misma?, ¿Existe un manejo por parte del terapeuta sobre el control del tiempo?, si me paso del tiempo establecido ¿La sesión es más cara? El mismo Freud a inicios del siglo XX ya se lo cuestionaba debido a que sus propios pacientes buscaban respuestas exactas, cuando la inexactitud era parte del mismo proceso: ¿Cuánto durará el tratamiento? ¿Cuánto tiempo necesita usted para librarme de mi padecimiento? No solamente se da un intercambio de dinero por tiempo sino, la importancia de la puntualidad en el tratamiento, significante de compromiso y relevancia del proceso de cura.


Efectivamente, el tiempo en la terapia tiene un valor. Para la persona consultante hay un valor asignado porque se paga un precio. Ya sea con dinero, con padecer, con esfuerzo, con su tiempo o con calidad de vida; siempre se paga. Ir a terapia cuesta, sí. Pero no ir cuando se necesita ayuda también cuesta. Lo que varía es la forma de pago.


Hoy en día el dinero es más un significante que un significado dentro del espacio analítico. Podría empezar a tomarse una nueva consideración donde calce la interrogante con respecto al tiempo. Como forma de trueque, como transferencia, en donde cada minuto cuente, y ese valor de uso sea, en definitiva, el valor de cambio establecido en mutuo acuerdo con cada sujeto (que elige cómo gastar su preciado valor).


No hay soluciones “rápidas”. Los tratamientos analíticos requieren lapsos más prolongados de meses, e incluso años, siendo en ocasiones más largo de lo que el paciente espera. La idea que se maneja de las “soluciones instantáneas” se encuentra muy relacionada con la tendencia a pensar en medios desechables (use y tire); la psicoterapia es concebida y medida muchas veces, dentro de esos parámetros.


Sería entonces descabellado pensar que el tiempo se vuelve moneda de cambio, como forma de capital -económico o simbólico- y que participan del intercambio analista y analizado. Ahora bien, ¿Qué valor le asigna el/la paciente a dicho uso del tiempo? Como la hora (y el espacio) de una sesión pasan a ser del/la paciente, es esa persona quien elige ¿(in)conscientemente? lo que quiere: llegar tarde, faltar, salir temprano, no comunicarse, hablar, qué tema establecer, por mencionar algunas variantes. Pero también consta entender del proceso de juego que se realiza detrás de este uso del espacio/tiempo -de manera física-, teniendo en cuenta que el trabajo realizado se lleva a cabo en conjunto con el terapeuta.


Cuando se discute en torno a los tiempos de una sesión, no se puede hablar de “cortos o largos”, tampoco de un contrato y sus réplicas, como una intervención profesional de una cantidad de minutos acordada, sino de un relato al cuál se accede por movimientos que producen espacios y es cuando el tiempo se desvanece que la palabra construye y el psicoanalista realiza cortes en ese tiempo apelmazado en el espacio, introduciendo una escritura ahí, donde antes no existía, acto que da soporte a la contradicción y ambivalencia humana.


La colaboración intelectual (o de alguna otra índole) en el tratamiento dependerá de cada uno/a, la personalidad del paciente es quien toma la decisión, es él/ella quien aprende que solo la paciencia permitirá un adecuado devenir. Nada más claro que el no querer “invertir” tiempo para hablar sobre lo que incomoda de sí mismo/a. Apuesta que se torna como medio de “pago” en el intercambio de palabras, tiempo y dinero; sin entrar en este contexto dentro de la categoría de tarifa.


 
 
 

Comments


bottom of page